jueves, mayo 9, 2024
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El otro “Rally Dakar”.

Vivir la competencia “off road” más importante del mundo como aficionado también es una experiencia emocionante. El público es parte esencial de la prueba que este año se realiza en Perú.

No se llaman Nasser Al Attiyah, Ricky Brabec, Nicolás Cavigliasso ni Eduard Nikolaev, los líderes hasta la cuarta etapa en las diferentes modalidades del Rally Dakar, que este año tiene sello 100 % peruano. Tampoco tienen el prestigio de Sebastien Loeb, Stéphane Peterhansel, Carlos Sainz, Nani Roma o Matthias Walkner.

Son simplemente amantes del off road y, por supuesto, seguidores infaltables de la competencia todoterreno más importante del mundo, que desde 1978 es organizada por la Amaury Sport Organisation (ASO), una empresa cuya razón de ser es la organización de eventos deportivos de gran magnitud, pues además es la encargada de darles vida a espectáculos como el Tour de Francia, además de varias maratones y abiertos de golf en diferentes países.

Sus nombres no importan, pero sí su espíritu aventurero, pues ellos son quienes le dan vida y color a la competencia en lugares inhóspitos pero mágicos, a los que el simple aficionado difícilmente tiene acceso y se tiene que conformar con ver por televisión.

Son los “trashumantes del desierto”, privilegiados si se quiere, pues quizá por conocimiento de la zona o porque se dan sus mañas, conocen con anterioridad e incluso primero que los competidores los llamados Way Point (WP), que en palabras más entendibles son puntos GPS que se definen con coordenadas que ofrecen la latitud y la longitud y que en una competencia como el Dakar son marcados en el libro de ruta para los navegantes y se convierten en lugares obligados y en la línea de carrera para los competidores. Y, por lo mismo, en los puntos ideales para estos osados aficionados, que son y seguirán siendo parte esencial en este circo rodante, que si bien tuvo como escenario natural a África, desde 2009 se disputa en Suramérica, pues se ha recorrido en Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Perú.

Pero este año hay que referirse a un solo país e incluso de manera jovial se habla del “Rally Perú”, pues como es bien sabido Argentina y Chile, dos de los países que en los últimos años le habían dado su espaldarazo a la competencia, esta vez dijeron “no”.

Así que las diez etapas —sobre un recorrido de 5.000 kilómetros, de los cuales 3.000 son tramos especiales y los 2.000 restantes son de enlace, con un 70 % teniendo como compañera a la arena— se realizan este año en el país de los incas, en medio de contrastes entre las inmensidades del océano y el desierto.

¿Cómo se vive un Dakar siendo aficionado? Hay muchas maneras de hacerlo. La más fácil se da en el previo a la salida y la llegada, en donde se instala la rampa de partida, denominada en esta oportunidad Feria Dakar, la cual fue instalada en el malecón de Lima, en donde los patrocinadores hacen eventos especiales con el público, que además tiene acceso a los pilotos y el mercadeo.

También se puede estar presente en el inicio y la meta de cada etapa y estar atento al paso de la caravana en los diferentes lugares de enlace, que generalmente se hacen por carretera; pero si se quiere vivir lo que sucede en el corazón de la prueba hay que adentrarse en el desierto y, hay que decirlo, este espectáculo casi que está reservado para los amantes y expertos del 4×4 o los habitantes de la zona.

Porque no es fácil llegar a los lugares especiales y por eso muchos optan por pasar la noche en campamentos improvisados, a la espera de los competidores o, en su defecto, salir a las 3:00 a.m. cada día para estar a la hora adecuada en el Way Point.

Quizás allí no se presenten emociones desbordadas, pero el solo hecho de ver cómo por unos segundos estos “locos” del automovilismo (porque se dice que hay que estar loco para correr un Dakar) desafían la naturaleza, vale la pena.

Es que por un instante la calma y la tranquilidad del desierto cambian por el sonido de los motores y por la habilidad de quienes buscan robarle segundos al cronómetro para al final, el próximo 17 de enero en Lima, reclamar la gloria.

Pero quizá simplemente bastará con ver pasar a los pilotos de los afectos, como los colombianos Mauricio Salazar Velásquez y Mauricio Salazar Sierra, al mando de su Volkswagen Amarok V6, y Nicolás Robledo, al frente de su cuatrimoto (squad), quienes al hacer sonar el pito de su camioneta o con el solo hecho de levantar una mano hacen que todo el esfuerzo para llegar al lugar haya valido la pena, a sabiendas de que ellos están lejos de cualquier posibilidad de título. De por sí son ganadores, porque el solo hecho de participar significa una victoria y cada uno la asume a su manera, como nosotros, que también podremos decir con orgullo “estuvimos en un Dakar”.

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